La suya fue una vida breve pero plena de temor, emociones, huidas y carreras sin rumbo. Hubo también exaltación, emoción, amor y odio, ambición… Un recorrido de locos que les llevó hasta la muerte en una carretera solitaria bajo un frenesí de balas y pólvora. A partir de ahí, la leyenda.
Bonnie Parker nació el 1 de octubre de 1910 en una pequeña localidad del estado de Texas llamada Rowena; la segunda de los tres hijos de Charles y Emma Parker. Charles falleció cunado Bonnie sólo tenía cuatro años, y Emma, incapaz de mantener a su familia sin el soporte de su difunto marido, se trasladó a Dallas, a la casa de sus padres.
La pelirroja Bonnie creció siendo una buena estudiante, interesada en la literatura, especialmente, en la poesía. Soñaba con una vida de romance que conocería al fin, y a los dieciséis años se casó con su novio del colegio, un joven de su misma edad llamado Roy Thornton. El matrimonio no resultó como ella esperaba. Roy la maltrataba, y continuó haciéndolo hasta 1929, cuando fue encarcelado por robo y sentenciado a cinco años de prisión. A partir de ahí, la vida de Bonnie cambió. Se hizo más libre, más alegre, y en enero de 1930 conoció al que sería el gran amor de su vida, un joven de 21 años con aspecto aniñado llamado Clyde Barrow.
La vida de Clyde había sido difícil desde el inicio, el 24 de marzo de 1909. Sus padres, Henry Basil Barrow y Cumie Talitha Walker tenían otros seis hijos y ningún dinero con el que asegurarles una vida cómoda. A principios de 1920 ― los que para muchos fueron los felices años 20 ― supusieron para la familia Barrow el traslado a la ciudad de Dallas para buscar un medio de asegurarse el futuro. Se refugiaron donde pudieron hasta que lograron poner un techo sobre sus cabezas que era poco más que una cabaña.
Con esos comienzos el futuro de Clyde parecía determinado. Se convirtió en un ratero de medio pelo, y a los diecisiete años fue detenido por primera vez tras robar un coche. La segunda detención fue en compañía de su hermano mayor, Buck, quien años después formaría parte de su banda. Los hermanos conducían un pequeño camión cargado de pavos que pretendían vender en los días previos a Navidad. En esta ocasión, Clyde salió bien librado. Su hermano cargó con la responsabilidad, fue a la cárcel y el joven Barrow quedó libre.
Para cuando conoció a Bonnie Parker, Clyde Barrow era un delincuente habitual, acostumbrado al robo de automóviles y tiendas.
El encuentro tuvo lugar, según los testimonios más fiables, el cinco de enero de 1930, en la casa de uno de los amigos de Clyde, Clarence Clay, y el flechazo, inmediato, a juzgar por lo que habría de ocurrir más tarde. Pocas semanas después, Clyde fue detenido de nuevo por varios cargos de robo de automóvil
La reclusión de Clyde no hizo más que aumentar el interés de Bonnie en su nuevo novio. Acudía a visitarlo a la prisión cada vez que podía, y en una de esas visitas consiguió pasar de contrabando una pistola con la que Clyde logró huir el once de marzo de 1930. Lo hizo con otros reclusos, pero la aventura no duró, y a los pocos días fue detenido de nuevo. A partir de ahí, la vida se le complicó. Fue sentenciado a catorce años de prisión y trasladado a la granja penitenciaria de Eastham, donde los internos hacían trabajos forzados en los campos cercanos.
La vida en prisión fue dura para Clyde. Según un compañero de prisión llamado Ralph Fults, llegó como un escolar y salió convertido en una serpiente de cascabel.
Lo que le ocurrió, entre muchas otras miserias, es que fue violado en varias ocasiones por otro interno que un tiempo después apareció muerto. Se supone que fue Clyde quien le mató, aunque otro preso que cumplía su sentencia de cadena perpetua asumió el asesinato, probablemente, para librar a Clyde de una acusación que le habría supuesto pasar el resto de sus días entre los muros de la prisión.
Los trabajos forzados se le hacían insoportables, y para evitarlos, pidió a un compañero que le cortase un dedo del pie. El plan era permanecer en la enfermería, y librarse, así, del trabajo en el campo. La mutilación le provocó una cojera que ya no le abandonaría durante el resto de su vida, y, como el destino parece cebarse en los desesperados, sólo seis días después, en febrero de 1932, obtuvo la libertad condicional.
Comenzó entonces lo que sería una carrera alocada, sin más futuro que el temor constante a ser encarcelados, ni otra salida que seguir hacia adelante. Al comienzo estuvieron acompañados de Raymond Hamilton, un amigo de la infancia de Clyde que habría de acabar sus días sentado en la silla eléctrica. Juntos comenzaron con el robo a bancos y pequeños comercios hasta que Hamilton fue encarcelado. Le sustituyó William Daniel Jones, otro joven alocado que seguía al pie de la letra las indicaciones de Barrow, y, más tarde, en marzo de 1933, se unieron a la banda el hermano mayor de Clyde, Buck, y la mujer de este, Blanche.
Buck Barrow sabía que en una época y un país en el que buena parte de la población tenía que preocuparse por lo que iba a comer ese día, un ex convicto no tendría más opción que la delincuencia. Unirse a Bonnie y Clyde parecía el único plan viable, pese a la oposición de su mujer, que sólo ansiaba una vida tranquila, aunque fuese miserable. Los malos presagios de Blanche no tardaron en hacerse realidad.
La banda se había alojado en una casa apartada en Joplin, Missouri. Debió parecerles un lugar seguro, pero al poco, despertaron las sospechas de los vecinos por su modo de vida ruidoso y su falta aparente de trabajo o ingresos. El 13 de abril de 1933 la policía se presentó en la vivienda. Los agentes fueron recibidos a disparos, y la banda logró huir del lugar tras acabar con la vida de los agentes Harry McGinnis y Wess Harryman.
En su huida dejaron atrás buena parte de sus pertenencias, entre ellas, una cámara fotográfica y varios carretes que, tras ser revelados, mostraron unas imágenes del grupo que habrían de ser publicadas en todos los periódicos del país. En ellas se veía a Bonnie y a Clyde posando orgullosos ante la cámara, disfrutando de lo que parecía una vida alegre y rebelde, cual si retasen al mundo y nada más que el día en que vivían les importase. La imagen de Bonnie, con una boina ladeada y fumando un puro, hizo furor entre las jóvenes de la época, que la convirtieron en lo que hoy se llamaría un “icono de la moda”.
La fama se convirtió en su principal enemigo. A partir de entonces habrían de vivir lejos de cualquier mirada, e incluso el dormir en un motel se convirtió en un lujo que no podían permitirse, a pesar de contar con más dinero del que jamás habían tenido.
WD Jones se hartó de vivir en una fuga constante, matando y esquivando las balas, y se separó del grupo. En noviembre de 1933 fue detenido en Houston. Los demás continuaron haciendo lo que sabían hacer, seguros de que lo único que les daba miedo era regresar a prisión.
Las carreteras se les hacían pequeñas. Lo único seguro para ellos era recorrer más kilómetros en un día de los que muchos verían a lo largo de su vida, y una noche, Clyde perdió el control del automóvil que conducía. El vehículo acabó destrozado a un lado de la carretera. Durante el accidente, Bonnie Parker sufrió graves heridas en su pierna derecha ― las fuentes no se ponen de acuerdo si a causa del incendio que asoló el coche, o por el ácido de la batería que se derramó sobre su cuerpo ―, y quedó coja para el resto de sus días. Aquella fue una más de las muchas heridas que habrían de sufrir durante sus correrías.
Uno de los incidentes más graves ocurrió en julio de 1933, cuando la banda se alojó en un complejo turístico de cabañas en Plate City, Missouri. En esta ocasión su error fue pagar con monedas de plata el coste del alojamiento y de los medicamentos para la pierna de Bonnie, además de cubrir las ventanas de la cabaña con papeles de periódico para evitar ser vistos desde el exterior. Con tal comportamiento, el propietario del complejo, Neal Houser, temió estar dando cobijo a una banda de hampones, así que informó de ello al capitán de la policía William Baxter. El propietario de la farmacia a la que había acudido Blanche, también sospechó de la mujer, que iba vestida con pantalones ― algo nunca visto por aquellos lares ―, y acudió a la oficina del sheriff a dar cuenta de sus sospechas ante el sheriff Coffey.
A partir de entonces, se sucedieron los hechos. El sheriff Coffey ordenó una redada contra el grupo, y la cabaña fue rodeada a las 23:00 hrs., del 19 de julio de 1933. Se inició un tiroteo en el que Buck recibió un disparo en la frente y Blanche fue herida en un ojo por trozos de cristal que la dejaran parcialmente ciega.
La herida de Buck era gravísima, el cráneo era visible, igual que la masa encefálica, y la situación se agravó cuando la banda fue sorprendida de nuevo el 24 de julio de 1933 en un parque de atracciones abandonado en el condado de Dexter, Iowa. En el tiroteo posterior, Buck recibió un disparo en la espalda, y él y Blanche fueron detenidos.
Buck Barrow fue enviado al hospital King’s Daughters, en Perry, Iowa, donde los médicos le mantenían sedado con opiáceos, o le suministraban estimulantes para que pudiese responder a los interrogatorios policiales. Según uno de los agentes que le interrogó, su herida era tan grave que resultaba difícil estar cerca de él a causa del olor pestilente que despedía. Falleció el 29 de julio de 1933.
Bonnie y Parker quedaron solos, y el 16 de enero de 1934 decidieron reforzar la banda. El plan era atacar la granja penitenciaria de Eastham, donde Clyde había estado encarcelado, y liberar a Raymond Hamilton, quien cumplía condena de por vida entre sus muros. Clyde había ocultado unas pistolas en el terreno en el que los prisioneros tendrían que trabajar, y cuando llegó el momento uno de los prisioneros, Joe Palmer disparó contra el comandante Crowson, quien resultó muerto. Otro de los guardias de la prisión resultó herido.
Cinco hombres lograron huir aquel día, pero sólo dos de ellos se unieron a la banda: Raymond Hamilton y Henry Methvin.
Aquella huida marcaría el principio del fin de Bonnie Parker y de Clyde Barrow. Lee Simmons, del departamento de prisiones de Texas prometió al comandante Crowson´, en su lecho de muerte, que enterraría a los culpables, y propuso lo que parecía un plan absurdo: reincorporar a las fuerzas del orden a uno de los miembros más destacados del desaparecido cuerpo de los Ranger de Texas.
El elegido en cuestión era Frank Hamer, antiguo agente de la ley, de cincuenta años, que vendía sus servicios en el campo de la seguridad a empresas petrolíferas. En la práctica, eso venía a traducirse en trabajos de “rompehuelgas” para empresarios que no querían un sindicato que torciese sus planes. Hamer se había distinguido años atrás como Ranger de Texas, gracias a su capacidad como investigador, su tenacidad y valor, y, sobre todo, por su puntería. Había luchado contra los contrabandistas de licor, los traficantes de armas, los ladrones de ganado, e incluso el Ku Kux Klan, antes de que la gobernadora de Texas, Miriam “Ma” Ferguson despidiese a todos los Ranger de Texas en venganza por el apoyo que estos habían brindado a su contrincante político durante las elecciones de 1932.
La decisión de incorporar a Frank Hamer a la búsqueda de los fugitivos Bonnie Parker y Clyde Barrow no fue sencillo. Suponía casi tanto como decir que las fuerzas policiales en activo no estaban capacitadas para tal tarea, pero la realidad se impuso. La banda Barrow continuaba con sus robos y asesinatos, y nadie parecía capaz de detenerlos.
El FBI, conocido en aquel entonces como Oficina de Investigaciones, se había involucrado en la investigación a finales de 1932. Hasta entonces, el caso se había mantenido fuera de su jurisdicción, pero descubrieron que Bonnie y Clyde habían cruzado la frontera entre los estados de Oklahoma, Michigan e Illinois al volante de automóviles robados. Hallaron primero en Pawhuska, Oklahoma, un Ford robado en Illinois, y otro automóvil robado en Pawhuska fue encontrado en Michigan. En este automóvil se halló un medicamento que había sido prescrito a una tía de Clyde Barrow antes de que la mujer fuese visitada por la pareja a la fuga. El 20 de mayo de 1933 el comisionado de los Estados Unidos en Dallas emitió una orden contra Bonnie Parker y Clyde Barrow acusándoles de transporte interestatal de un automóvil robado, lo que dio vía libre a la Oficina de Investigaciones en la búsqueda. Pese a ello, la pareja continuó libre y gozando del aplauso de los americanos de a pie.
Hamer comenzó a estudiar los movimientos de la banda. Su intención no era seguirles, sino anticiparse y descubrir dónde habrían de estar en un momento determinado.
El 1 de abril de 1934, Barrow, Parker y Methvin se toparon con dos agentes de la patrulla de caminos en Grapevine, Texas. Dispararon contra los motoristas, acabando con su vida. El testimonio de un hombre que presenció los hechos, y que aseguró que Bonnie se reía mientras disparaba contra uno de los agentes tendidos en el suelo, hizo que las simpatías del público hacia ellos se vieran mermadas. Y el sentimiento aún se volvió más contrario a ellos cuando cinco días después asesinaron al agente Calvin Campbell cerca de Commerce, Oklahoma. En los archivos del FBI se afirma que es probable que Bonnie no hubiese disparado jamás un arma.
Entretanto, Hamer continuaba la búsqueda.
Sabía que necesitaba ayuda, de modo que contactó con un antiguo compañero de su etapa en los Ranger, Maney Gault, y con el sheriff de Bienville, Henderson Jordan y su ayudante, Prentiss Oakley, de quien se decía que era un tirador experto. Se les unieron después Bob Alcorn y Ted Hinton, ayudantes del sheriff del condado de Dallas. Hinton conocía a Clyde y a Bonnie, y era el hombre adecuado para identificarlos sin riesgo a cometer un error.
El 23 de mayo de 1934 llegó el día en que habría de acabarse la vida de la joven pareja. La versión oficial dice que Hamer llegó a un acuerdo con el padre de Henry Methvin para que este entregase a la banda a cambio de no ser jugado por la totalidad de sus crímenes. El padre de Henry, Ivy, debía hacer que Clyde detuviese su automóvil dando tiempo a Hamer y a sus hombres de disparar contra la pareja. Henry se había separado del grupo, de modo que aquella mañana Bonnie y Clyde estarían solos en el automóvil.
La emboscada tuvo lugar en una carretera cerca de la localidad de Gibsland, en Louisiana, hacia las 09:00 hrs. Ivy Methvin había dejado su vehículo a un lado de la carretera, fingiendo una avería, y el grupo se mantenía oculto en la maleza. Minutos después se oyó el ruido del motor del Ford V 8 de Bonnie y Clyde. El automóvil se acercaba a poca velocidad, y se detuvo cuando Clyde reconoció a Ivy Methvin, que corrió para ponerse a cubierto.
El primer disparo lo hizo Prentiss Oakley, que alcanzó en la sien izquierda a Clyde. A ese le siguió una sucesión de hasta 150 disparos más que acribillaron el automóvil y los cuerpos de la pareja. Cuando los hombres de Hamer vaciaron sus rifles continuaron disparando con sus revólveres hasta vaciarlos también.
Lo sucedido se dio a conocer con rapidez. No tardaron en llegar los curiosos que pugnaron por hacerse con prendas de ropa y otros objetos de los amantes abatidos. Se detuvo a un hombre cuando estaba a punto de cortar un dedo de Clyde para guardarlo como recuerdo.
Las ropas de Bonnie fueron vendidas; el automóvil fue devuelto a su propietaria, Ruth Warren, con restos de sangre y tejidos humanos; y los hombres de Hamer se repartieron las pertenencias de la pareja. Se suponía que el fondo de recompensa ascendería a 26.000 dólares ― una fortuna para la época ―, pero buena parte de las empresas y organismos que habían comprometido su aportación, se echaron atrás en el último momento, de modo que los captores percibieron poco más de doscientos dólares cada uno de ellos. Frank Hamer se quedó con las armas, que la madre de Clyde reclamaría más tarde, sin respuesta por parte del antiguo ranger.
Los funerales de Bonnie y Clyde fueron de los eventos más tumultuosos de la época. Al de Bonnie asistieron veinte mil personas; al de Clyde, quince mil. El epitafio de Bonnie Parker recoge uno de sus poemas:
“As the flowers are all made sweeter
by the sunshine and the dew,
so this old world is made brighter
by the lives of folks like you”.
“Así como las flores se hacen dulces
Por el brillo del sol y el rocío,
este viejo mundo es más brillante
por las vidas de amigos como tú”.
Clyde Barrow comparte lápida con su hermano Buck. Cuando este murió, su madre, Cumie, decidió esperar. Sabía que Clyde moriría pronto, y no podía permitirse dos lápidas. Su epitafio es más sencillo y menos poético, pero mucho más cierto que el de su compañera, y es que la vida de Clyde Barrow y de Bonnie Parker sigue suscitando películas, libros, y artículos como este, casi noventa años después de su muerte: “Gone, but not forgotten”.
En los archivos del FBI, disponibles para cualquiera con interés, se puede consultar una extensa documentación sobre el caso.
R. L. Rodríguez