En su fotografía más conocida se la observa de frente, con el cabello negro recogido y pendientes en forma de cruz. Las cejas son perfectas, como los ojos azules y las larguísimas pestañas, el dibujo de la nariz, los labios — tal vez lo más sugerente —, y el óvalo del rostro. Es la imagen de quien pudo haber sido una estrella del cine clásico, inolvidable e inalcanzable.

La imagen completa — se muestra en contadas ocasiones — pasa del primer plano al plano medio y descubre el torso desnudo Los pechos, que se sugieren hermosos y perfectos, se ocultan tras un brazo protector y aguafiestas. Apoya la mano en lo que parece ser una escultura que se extiende por la escena.

Jean Spangler, pese a su imagen de estrella del celuloide, no pasó de pequeños papeles de extra, poco más que una figurante de los muchos que habitaban el viejo Hollywood dorado. Tal vez, si hubiera tenido más tiempo, habría alcanzado su sueño.

Cuando la fama le llegó — al fin —, había cumplido veintiséis años. Fue en Seattle, en el estado de Washington, donde nació el dos de septiembre de 1923, pero la familia se trasladó pronto a la ciudad de Los Ángeles. A los diecinueve años se casó con su novio del instituto, Dexter Brenner, como una buena chica americana, tras graduarse en la Franklin High School. La pareja tuvo una hija, Christine, y un matrimonio breve: cuatro años después llegó el divorcio, parece que como consecuencia de la infidelidad de Jean — no tan buena chica americana —, y se inició una dura batalla legal por la custodia de la niña. Finalmente, fue Jean la vencedora.

Durante un tiempo, Jean trabajó como bailarina en el Florentine Gardens, un afamado club nocturno que habría de pasar a la historia de la criminología por su relación con el crimen de la Dalia Negra. También como modelo para una pequeña firma de moda. Logró colarse en el reparto de algunas películas, las suficientes para mantener vivas las brasas de sus sueños y pensar que podría triunfar en el mundo del cine. Según la base IMDB trabajó en ocho películas como “La sensación de Broadway”, “Wabash Avenue” o “El milagro de las campanas”. Su nombre no aparece en los títulos de crédito de ninguna de ellas.

El siete de octubre de 1949, hacia las cinco de la tarde, Jean Spangler salió de su domicilio en Colgate Avenue, en el complejo residencial de Park La Brea. Dijo a su cuñada, Sophie —vivía con ella, el marido de esta, su madre y su hija —, que pensaba reunirse con Dexter, su exmarido, para reclamarle el pago de la última mensualidad atrasada por la manutención de Christine, la hija de ambos. Dos horas después telefoneó a Sophie y le dijo que no regresaría hasta la mañana siguiente: tenía que participar en un rodaje nocturno. Habló unos minutos con Christine y se despidió de ambas.

Jamás regresó.

Tras la denuncia correspondiente, la policía inició la investigación en busca de su paradero. Se descubrió que la noche de su desaparición no había rodajes nocturnos; también que su exmarido llevaba semanas sin verla: la nueva esposa de Dexter confirmó la declaración. Parecía evidente que nada de lo que Jean había dicho a su cuñada era cierto. ¿Qué había sucedido entonces?

El nueve de octubre, el bolso de Jean Spangler fue hallado en el parque Griffith, a varios kilómetros de distancia de su domicilio. Tenía un asa rota, y en su interior se encontró una carta que habría de multiplicar el misterio de la desaparición.

La carta decía así:

            Kirk,

            No puedo esperar más. Voy a ver al Dr. Scott. Será mejor así, mientras madre esté fuera,

 

La carta, sin firma, sin fecha y sin terminar — finaliza con una coma —, causó una gran controversia. La madre de Jean, Florence, que estaba fuera de la ciudad visitando a unos familiares el día de la desaparición, dijo que Jean conocía a un hombre llamado Kirk. Había salido con él en varias ocasiones, pero no pudo dar su apellido ni su descripción: cuando la recogía, Kirk se quedaba en el interior el automóvil y nunca lo vio.

El nombre de Kirk fue el que llevó el de Jean Spangler a la portada de los periódicos.

Una de las películas en las que Jean había participado era “El trompetista”, con Lauren Bacall, Doris Day y, cómo no, Kirk Douglas. La teoría de que el intérprete de Espartaco ­— una de las más importantes estrellas de Hollywood de todos los tiempos —, era el Kirk de la carta se ancló en las meninges de los estadounidenses. El rumor se hizo tan persistente que el actor decidió contactar con la policía de Los Ángeles para negar cualquier relación con Jean Spangler. Dijo que la había conocido durante el rodaje — la recordaba luciendo un vestido verde —, que habían charlado durante unos minutos, y que todo terminó en aquella breve conversación. La policía le creyó y la investigación continuó por otras vías. La más prometedora era el segundo nombre de la carta: Dr. Scott.

Con el fin de identificarle, el LAPD investigó a todos los médicos de Los Ángeles con ese apellido, pero ninguno de ellos tenía a Jean Spangler entre sus pacientes.

El interrogatorio a las amistades de Jean aportó nuevas vías de investigación.

El actor Robert Cummings, muy conocido durante décadas por su trabajo en películas como “Crimen Perfecto” o por presentar el show televisivo con su nombre, amigo de Jean —habían trabajado juntos en “La sensación de Broadway”—, declaró que Jean le había dicho poco antes de su desaparición que estaba viviendo los mejores momentos de su vida. Algunas amigas dijeron que Jean estaba embarazada de tres meses y que quería abortar. Esto último se convirtió en la principal teoría sobre la desaparición: Jean estaba embarazada de Kirk, tenía prevista la práctica de un aborto con el Dr. Scott y el momento elegido era aquel en que su madre estaba fuera de la ciudad para evitar dar explicaciones. Se pensó que Jean había fallecido durante la intervención —algo muy habitual en la época—, y su cadáver, ocultado en algún lugar que jamás fue descubierto.

Estar teoría satisfizo a muchos durante un tiempo —parecía evidente tras la lectura de la carta hallada en su bolso —, hasta que surgieron otras, como la que relacionaba la desaparición de Jean Spangler con las muertes de la Dalia Negra y las de otras mujeres cuyo asesinato también se vinculó con este, o la que la relacionaba con miembros de la mafia angelina.

Jean Spangler había trabajado como bailarina en el Florentine Gardens, que era frecuentado por Mickey Cohen, un conocido gánster que controlaba el juego en la ciudad y otras actividades ilegales. Cohen acudía al club en compañía de muchos de sus asociados, uno de los cuales era un mafioso de baja estofa llamado Davy Ogul que desapareció el 9 de octubre —dos días después de Jean — para huir de una acusación de conspiración.

Se dijo que Jean Spangler mantenía un romance con Davy Ogul, y que ambos habían decidido huir juntos. No fueron pocos los testigos que aseguraron haber visto a la pareja por lugares muy diversos, algunos muy distantes, pero nunca pudieron ser verificados.

Sea como fuere, Jean Spangler jamás apareció, y su caso, como el de la Dalia Negra y tantos otros, pasó a la historia de la criminología y el True Crime.

La suya fue una vida llena de ilusiones y sueños incumplidos, sólo paladeados brevemente, en una época extinta e inolvidable. Hoy se la recuerda por el misterio de su desaparición, y por la imagen —una hermosa imagen — de lo que pudo ser y no fue.